¿QUÉ HACE FALTA EN LA
SOCIEDAD PROVINCIAL?
José Noé Mijangos
Cruz
La provincia mexicana es una idea
de nación que prejuzga un avance en función de la metrópoli principal: la
Ciudad de México. Ante ese signo desalentador, la ‘región’, es el factor que resalta
entre otra metrópoli, pero ésta, provincial. Hoy, la Ciudad de Oaxaca, es el
centro de reunión de las decisiones que deben satisfacer a sus regiones, como
si de eso dependiera su prestigio en cuanto modo de adquirir la producción local.
Un caso típico es Santo Domingo
Tehuantepec. En ‘desarrollo regional’ la pregunta para rescatar una tradición
antiquísima es: ¿Qué motivó en el pasado que esa ciudad tuviera su tiempo de
auge y prestigio? Basada en una economía colonial, pero cimentada en un contexto
indígena, Tehuantepec no ha podido detonar su aprendizaje histórico, pues a esa
sociedad sabia, ha sabido comprarla el consumo de bienes y servicios, lejano de
un sistema ecológico de desarrollo sustentable.
Hace tiempo, se demostró que una
comunidad guatemalteca, fue sumergida en intentos por dejar la inspiración
colonial sólo a gente que pudiera pagarla. Ese planteamiento, basado en una
economía emergente, relativiza el signo presencial de los indígenas para
ubicarlos sólo por complacencia en la escena por donde pasa el turismo
extranjero. Siendo la población indígena sólo un elemento decorativo, no
afianza la credibilidad para que los subsidios federales le lleguen a
Tehuantepec, pues, incluso, en el programa de ‘pueblos mágicos’, se insertan
elementos de adecuación occidental que antropológicamente aniquilan el acto de
pensar del poblador original.
Pero a Tehuantepec también le han
quedado mal los académicos. Universidades regionales de tinte oficial, llevan
en el nombre la penitencia de un signo occidental que disloca el compromiso de
proteger ciertos intereses locales (como orientadores urbanísticos), para dejar
recintos históricos a merced de la modernización que instituciones oficiales
modifican ante la indiferencia de los organismos públicos que deben detener
cualquier arreglo que no tenga como iniciativa la preservación del espacio
arquitectónico original.
A diferencia de Juchitán, donde
el ‘arribismo’ del partido hegemónico es suplantado hoy por los movimientos
contestatarios con amplia tradición pragmática, Tehuantepec no conserva ni en
sus festividades, un llamado del pueblo, de las masas, sobre todo cuando se
conmemora una festividad a la que sólo una élite es convocada: la Vela
Sandunga. Ese estadio con escasa legitimidad, se traduce en autoridades
municipales que tergiversan el elemento central de apreciación de los espacios
arquitectónicos: desconocimiento de investigaciones culturales, ausencia de
sinergias para retar a los gobiernos estatales informándoles que han generado
de manera genuina en Tehuantepec un sistema ecológico de desarrollo
sustentable, carencia en los programas de gobierno de foros de consulta sin
prejuicios de atacar intereses del estado donde se posibilite una legitimidad
de actuación municipal, nula nomenclatura contemporánea con estudios de
tecnología de posicionamiento global para revertir el área urbana afectada por
la invasión de agentes patológicos, etcétera.
La provincia mexicana,
insistimos, debe reconocerse en esas ‘microhistorias’ que ya Luis González y
González nos regalaba como un privilegio en donde se conserva el color de una
música, la tonalidad de una voz trovadora, se preserva la exquisitez de una
gastronomía más que suntuosa y ornamental: sabia y artesanal. Tehuantepec ha
perdido la capacidad de gustarse a sí misma, por el placer de verse reconocida
como agente de una política de subsidios que sólo da para sobrevivir. En ese
arreglo democrático, su legitimidad se pone en juego; entra en una crisis de
legitimidad que permite vendimias ambulantes y comercios monopólicos que
homologan la causa principal de esta comunidad colonial: su aspecto histórico y
cultural.
Una pregunta en materia de
Desarrollo Regional, decíamos, ha sido: ¿Por qué Tehuantepec y no Juchitán, por
qué Tehuantepec y no El Espinal, por qué Tehuantepec y no Ixtepec, fue
utilizado en el pasado como medio de forja empresarial de La Colonia? ¿Por qué
Tehuantepec y no Juchitán… motivó a los descendientes de Zaachila y del Valle
de Anáhuac, a insistir en que allí se forjara una nación privilegiada? Habría
que empezar por descubrir eso, porque al encontrar la respuesta, no pasará
mucho tiempo en que se acerque ese lugar a su generador común: su identidad.
Twitter: @JNMIJANGOS
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 30/09/2015, p. 10A)
http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/opinion/local/304868-que-hace-falta-sociedad-provincial
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 30/09/2015, p. 10A)
http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/opinion/local/304868-que-hace-falta-sociedad-provincial
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