LA MANZANA DE LA CONCORDIA
José Noé Mijangos Cruz
Mientras se buscaba un culpable
sobre la relación diplomática precaria con la administración Obama-Clinton, la
renuncia de Luis Videgaray a la Secretaría de Hacienda a principios de septiembre
del año pasado, sonó a una mala lectura política sobre la visita de Donald
Trump a Los Pinos el último día de agosto. Videgaray podría ser, si se quiere,
la primera figura de este milenio en México, cuyo carácter de reconciliación
nacional se reestructura desde una coyuntura de crisis semejante a los Pactos
de la Moncloa que le tocó regir a Adolfo Suárez en la España que había dejado
como saldo la dictadura de Francisco Franco.
Desde esa perspectiva, México se
moderniza a partir de una aventura de sensación aperturista en cuanto a fijar
la agenda fronteriza con los Estados Unidos, sin que se convierta esa relación
sólo en una emblemática relación oficial, pues recordemos que con el país vecino
del norte nos une no sólo la política de las instituciones, sino también la
política de coyunturas y de contextos dinámicos. México se sobrepone, con la
llegada de Videgaray a la cancillería, a esa condición de incidencias que deben
ser superadas en tiempos exigentes.
El saldo sobre una mala
percepción de los actores políticos y sociales mexicanos a partir de un candidato
a la postre triunfador como Trump, hizo que otra vez se situara a la latinidad
como un sector fácil de convencer y difícil de adaptarse a novedosos esquemas
de cambio político e innovación electoral. Eso facilitó las cosas a la
Presidencia de la República para buscar un chivo
expiatorio en el que recayera toda la marginalidad de su posicionamiento en
el mundo, al hacer muy peligrosa la apuesta al candidato republicano, luego de
la negativa de Hillary Clinton de
venir a visitar México en plena campaña por la presidencia de los Estados
Unidos.
El regreso de Videgaray,
precisamente a la Secretaría de Relaciones Exteriores, una cartera clave para
volver a la diplomacia mexicana de empuje, como lo fuera hasta antes de la
llegada del foxismo, hace de esta resolución práctica en el gabinete mexicano
una “manzana de la concordia” que seguramente ya debe perfilarse como
interesante para la diplomacia norteamericana a catorce días de que tome posesión Donald Trump. En el foxismo, donde
por primera vez la diplomacia mexicana logró instanciarse como una agencia del
presidente en persona, y faltarle a su deber profesional, México no descolló
como una nación ejemplar en materia de “seguridad hemisférica”, pues siendo
integrante invitado al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones
Unidas, el extinto embajador Adolfo Aguilar Zinser no pudo evitar la
intromisión de Vicente Fox sobre la decisión última que tomó México respecto de
la guerra en Irak que la administración Bush
buscaba implantar en aquel país del Medio Oriente.
La diplomacia mexicana ha sufrido
un severo revés desde aquella época, y por eso se comprende la versión que
ahora ofrece Videgaray al asumir la responsabilidad de la Cancillería con la
aceptación del cargo en Los Pinos, mencionando que viene “a aprender de los
diplomáticos mexicanos”. Leyendo con precisión ese discurso, sumado al de “no
sé nada de diplomacia”, el mensaje que envía es de volver a empoderar la fama
que la diplomacia mexicana demuestra en las cumbres internacionales y
convenciones estratégicas, para ocuparse Videgaray en el tiempo que ejerza ese
puesto en devolverle a esa carrera la proyección vigente de consolidar los
recursos que México ofrece en sus relaciones políticas y comerciales a otros
países, resaltando los Estados Unidos de América por ser el principal proveedor
de transferencias comerciales en el mundo y su no menos importante condición
para con nuestro país de compartir colindancias naturales.
Para algunos analistas que
sostuvimos férreamente que Trump vencería en la jornada electoral que decidiría
la ganancia a la presidencia de Estados Unidos, en más de una ocasión también
sostuvimos una vez conocido el resultado de la elección, que se le debían
ofrecer disculpas a Videgaray por la petición de renuncia inoportuna a la
Secretaría de Hacienda, cuando se le adjudicaba a él de impropia la cercanía de
México con los entonces candidatos presidenciales de aquel país. Las disculpas
se ofrecieron, aunque a Claudia Ruiz Massieu no le simpatizó su salida
momentánea del gabinete presidencial.
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 06/01/2017, p. 7A)
Twitter: @JNMIJANGOS
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 06/01/2017, p. 7A)
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