EL GASOLINAZO
José Noé Mijangos Cruz
Foto: Reuters |
Generalmente una sociedad
política requiere de garantías para proteger sus intereses, y deja a la
sociedad civil en una situación de promesa sobre su futuro cierto: lo que
venga dolerá menos que lo que realmente duele, como si fuera un dolor
pasajero. Lo intermitente del dolor se lleva como una inspiración de no perder
la fe en el mundo; algo así como aquella frase de “Más se ha perdido en la
guerra”. Perder la confianza en el mundo, ha sido una tónica de dejarse llevar
por la desgracia, abandonarse, volverse inclemente con uno mismo. La política,
en parte, recupera esos espacios de legitimidad “prometiendo”.
México ha centrado sus espacios
de participación en “temas bloque”. Los regímenes que lo gobiernan no
especifican periodos de repunte económico, por lo tanto, no abordan temas de
inflación, deuda contraída y ciclos de recuperación económica. Este fenómeno
político que recala en fenómeno social, es una proeza tecnocrática, en parte.
Abordaremos un aspecto que ya de por sí implica meterse en terrenos lodosos.
Aunque en el discurso se haya
garantizado que se evitará el alza del precio de la gasolina, todo depende de
cómo el Banco de México monitoree los mercados internacionales. Es un efecto
inflacionario para evitar la acumulación de capitales que a la postre se
insertarían como nocivos en la economía mexicana al no tener un
destino de inversión cuyo rendimiento dificulte la recesión, cuyos indicadores
propicien la dependencia a las empresas bursátiles o a la balanza de pagos.
Bien puede ser un efecto populista que algún presidente crea conveniente
emplear cuando habla de que no permitirá que suba este combustible, pero los
economistas bien saben que las medidas correctivas se tienen que aplicar con
todo y la resistencia popular. Al final del día, la congruencia no está en que
“los hechos correspondan a las palabras”, sino en que los aportes técnicos se
impongan a los discursos trasnochados.
Cuando el orden federal no habla
de los recursos energéticos en la magnitud en la que repercutirían si no se
manejan con tino fiscal, se atiene a una ventaja de poner la transparencia como
un medio de queja y no de información asertiva. Los ciudadanos no conocemos, en
muchos de sus términos, los alcances que podrían tener los movimientos
financieros que soportan una transferencia de divisas. Aplicarle un impuesto a
la “plusvalía”, por ejemplo, es obligar a la economía nacional a ser
conscientes de los factores de cambio que se están tasando en estos momentos en
los mercados internacionales. Desde luego, como todo programa social que otorga
beneficios, se exentarían de estos gravámenes a los ciudadanos que se sostengan
con subsidios.
El gasolinazo hace estallar un
reclamo social de magnitud desmedida, cuando bien se le podría aprovechar para
generar terapia y racionalización financiera. Otros controles se nos han barrido: captación fiscal eficaz, gasto público eficiente y políticas de
saneamiento financiero orientadas desde el banco central. La saturación de los
costos cada ejercicio fiscal, lleva un acompañamiento inflacionario. Eso no nos
debería quitar el sueño. De hecho, la fe en el mundo radica en la educación que
le hemos heredado a quienes tienen la tarea de motivar que nuestros intereses financieros
tengan un desarrollo equilibrado con respecto del exterior y equitativo como
corresponde a su distribución en el interior del país.
Importar la gasolina y venderla
más barata en puntos de venta del exterior, también ha generado encono y
dispersión informativa que se aparta de la realidad desde donde se generan los
nichos de mercados emergentes. Bien vale una pregunta: Entonces, ¿sólo por
conveniencia nacionalista, se debería de no hacer lo que la intervención estatal
tiene como fin desde sus competencias legales y legítimas?
Así como les efectos populistas
no son convenientes emplearlos, tampoco los efectos nacionalistas son
convenientes en tenerlos como algo que ahora se vuelvan plausibles sólo por la
carga histórica que conlleva traerlos a cuento para distraer el morbo. El
mexicano debe atreverse a seguir un cuestionamiento que también lo vincule como
el eslabón más importante en las tareas de gobierno: pasar de ser sólo
“precepto”, y volverse “preceptor”, pues como bien Norberto Bobbio nos
recuerda: “los preceptores también cuentan” en la rendición de los afanes de
gobierno.
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 30/12/2016, p. 6A)
Twitter: @JNMIJANGOS
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 30/12/2016, p. 6A)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario