José Noé Mijangos Cruz
posta.com.mx |
La guerra
contra el narco en el gobierno de Felipe Calderón, acrecentó y permitió que los
cárteles se incrustaran en los organismos de represión que entre comillas,
combatían desde la disciplina militar. La delación creció entre los vasos comunicantes
que las mafias lograban atravesar, justamente por el alto grado de confusión
que pretendía violentarlas desde la lógica del combate persistente. Se les ha
olvidado a los regímenes que nos han gobernado, lo que atinadamente expresó el
presidente Andrés Manuel hace unos días: “el narco es pueblo”.
El
protagonismo obcecado de Calderón, desde una fraseología legaloide, sólo pudo
ofrecernos una mercenarización de soldados que al no poder escalar desde los
galones, desertaban para conseguir ese puesto de ascenso en áreas de la
delincuencia organizada. Ese protagonismo llevó a la escena ceremoniosa, a un
Calderón confuso de poder, ataviado de militar, y llevando al extremo el
eslogan trasnochado de considerarse por ley: “Comandante Supremo de las Fuerzas
Armadas”.
informador.mx |
El culto a la
personalidad, dejó fotografías suficientes del régimen calderonista, para hacer
a destiempo todos los “memes” que cuentan la historia de una opción política
que declinó en circo, utilizó el alarde como conquista territorial, y fosilizó
la idea que el combate al narco era cosa diferente a la sociedad “bien
portada”. Para este abogado de ideología vetusta la “teoría pura del derecho”
declaraba la guerra al narco porque los transgresores de la ley eran una
especie de “zombi”: no tenían familias, no pagaban impuestos y no podían
ejercer sus libertades como ellos querían.
Negado y
enceguecido como estaba de arte para gobernar y poder para distribuirlo con
ingenio y responsabilidad, Calderón despertó sospechas de conspirar contra el
gobierno de Estados Unidos, al saberse informado de parte de organismos de
control de drogas estadunidenses sobre aplicaciones desde la inteligencia
gringa en territorio mexicano, de operativos para rastrear la venta ilegal de
armas (Operativo “Rápido y Furioso”). Esa secuela de pactar con organismos diversos
del orden constitucional norteamericano, ha oscurecido a la soberanía de
México, importándole poco a los regímenes como el de Calderón, el ejercicio
legítimo del poder.
amqueretaro.com |
La turbulenta
llegada de Calderón a su de “toma de posesión”, declaró una andanada de discusión
sobre el orden constitucional mexicano por encubrir desde una ceremonia
hechiza, la doble moral política de un congreso instalado a modo. Al pisotear
al Congreso, Calderón asumió este país sin fiscalización, negándole a la
aprobación sobre leyes reglamentarias la vigilancia que hacía de los “chuchos”
y del contrapeso efectivo de la ley, una burla amañada por la supeditación de
los poderes públicos restantes al ejecutivo, a una guerra en donde el alcance
fáctico de su régimen tomara tintes de limpieza en la imagen presidencial.
milenio.com |
Twitter: @JNMIJANGOS
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 26/08/2019, p. 6A)
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