José Noé Mijangos Cruz
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Un Consejero Electoral es reconocible desde lejos. Su posición lo coloca en una celda más amplia que la del resto de funcionarios del INE. Son creados ex profeso para devengar una oposición a todo lo que el sistema electoral considere alevosa para sus prácticas de intervención arbitral. Nacieron de una relación sistémica para fecundar a la democracia representativa. Conoce sus funciones de concepción regulatoria para la vida de las organizaciones políticas y escala una posición de privilegio desde la quietud mielada del presupuesto. Afortunadamente, su tiempo de cópula institucional es limitada y cumplido el vuelo nupcial, fenece en fecha exacta.
Todas estas consideraciones hacen del INE un panal que dadas sus intervenciones fiscalizadoras en los partidos políticos se considera productiva en un tiempo en el que consuma su “primavera progenitora” denominado: “periodo electoral”. Fuera de agenda electoral, pareciera que su Consejo General fenece como el zángano y asume una ganancia pírrica cuando lanza a sus consejeros a menospreciar el título de reguladores de las elecciones, sobre todo cuando la legitimidad (reconocer libertades sin petición expresa) y el control difuso de constitucionalidad (otorgar beneficios sin necesidad de inconformes) reclama del sistema político una precondición al subsistema electoral que se le subordina.
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Pareciera que todo lo que a Ciro Murayama le salió de la emoción, al resarcirle reclamos al Presidente Andrés Manuel, de que según la Ley “todos son iguales”, situación que determinará sanciones por uso inapropiado del nombre del ejecutivo federal en programas sociales, tiene que ver con el presupuesto que para el 2020 será importante como partida disminuida en el INE. La comida en el panal hace que las obreras guiadas por su instinto no recurran al desalojo del zángano, mientras queda pendiente hacer concebir a sus reinas vírgenes, pero una vez cumplida la misión, han usado al zángano para sus fines. Sin embargo, si la comida escasea, no les queda de otra que expulsar al zángano, y éste muere por inanición.
Las instituciones arbitrales deberían evitar caer en polémicas tramposas, al usar alardes inútiles cuya debilidad sólo crea la figura popular de la “inseguridad por incompetencia”. Esa inseguridad que demostró como alarde Ciro Murayama, tiene visos de inconformidad en cuanto a la llegada de este régimen presidencial: no le gustó que López Obrador arribara al poder, esperaba una reacción como la del presidente cuando les aplicaba el “no somos iguales”, para atacar por defecto.
Nos manda varios mensajes el desacierto de Ciro Murayama. 1) Su tiempo caduca y como le pasa a este tipo de funcionarios electorales, o le espera la academia para expiar sus culpas o la postulación a un cargo público vía elecciones, 2) se encuentra contaminada su participación en áreas ejecutivas en periodos no electorales. Si se le aplica un FODA, sus “debilidades” superan a las “fortalezas” virtuales de su discurso en el pasado próximo, y en cuanto a la imagen que el INE da en el exterior, ha dejado pasar “oportunidades” de legitimidad, austeridad y ventajas comparativas y sus “amenazas” ya se han instalado en las celdas de su panal, destruyendo la clara intención de imparcialidad para la cual fue creado el INE. 3) Además, si el presupuesto es un problema, como él mismo lo ha venido sosteniendo, el panal ya se ha cansado de mantener sus aspiraciones personales que nunca trascendieron en convertirse en institucionales. A las obreras no les queda más que el desalojo del zángano por escasez de comida.
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Lo que la sociedad en el panal demanda del INE, así como de cualquier órgano regulador que se precie de ser imparcial, es que haga su trabajo con decoro, sin alardear lo que no se representa, sin comprometer la imagen pública de las instituciones. Los contribuyentes, semejantes a una colonia obrera, exigen que los órganos que no fueron elegidos por el voto popular moderen su participación profesional como lo determina la Ley. Por algo no respetó la Ley Ciro Murayama, por algo la trasgredió fomentando el encono hacia la figura presidencial, violando así la propia función arbitral. Quien tasa la sanción no tiene derecho a regañar como una añadidura moral. Que las enseñanzas de moralidad de Murayama las reserve para la academia, o para su filiación partidista, que para allá va.
Twitter: @JNMIJANGOS
(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 02/10/2019, p. 6A)
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