martes, 15 de diciembre de 2015

A NADIE LE IMPORTAMOS

A NADIE LE IMPORTAMOS

José Noé Mijangos Cruz

A Maite Azuela

Hemos visto cómo a periodistas de alto calado, se le desmerece su espíritu de vivir entre nosotros. Recientemente soy lector de Maite Azuela, y en efecto, en ocasiones indago aristas que la articulista deja en espacio de cognición, pues sencillamente, ella, como mujer, como persona, con identidad distinta de la mía, se ocupa en mostrarnos algún remoto interés general. Comparto sus opiniones, aunque no me conformo con las que ella da, pues, probablemente, imagino escenarios complejos que no han hecho que tal nivel de extrapolación se conjugue con la intuición, magia y reinado de sus ideas, tan decorosas, tan dignas, como las que cualquier persona de buena voluntad pueda elucubrar. Sin embargo, en eso radica mi inquietud. Las personas que por alguna razón pensamos diferente, nos volvemos ingenuamente en parte de esa transitoria “modernidad líquida” (Bauman dixit). No le importamos a nadie y contribuimos en parecer que la importancia sea real, y en esa inercia, contribuimos en todo.

No quisiera caer en las mismas tentaciones en las que caen quienes le brindan su apoyo a Maite Azuela en las redes sociales, que sólo se preocupan por su virtual azoro. La realidad es otra para quienes escribimos y eso es únicamente lo que sabemos hacer. Tenemos no sólo la sensación, sino la certeza, que a nadie le importamos. Hace mucho era el ordenador sin IP (Internet Protocol) el que ya generaba paranoia en buena parte de los usuarios, qué tanto podía quedarse a vivir en el “panteón cepeueño” (Central Processing Unit). Después llegó intranet, interfaz, GPS y otras linduras que hicieron de ese temor, un fetiche del temor original, ese temor original ligado a la equivocación, a la libertad, a la dignidad humana.

Maite Azuela es ejemplo de un trabajo intelectual de aliento para los desconsolados. Probablemente sea la clase media que intenta resistir el “precariato” (consumidores de incapacidad en la permanencia social) que sufren miles de familias que no alcanzan a obtener esa dichosa palabra de la distribución de la riqueza pública, de la riqueza nacional. Se asoma al mundo de las evidencias, con la sensación de que puede dar el derecho de réplica. De no ser esa la condición: otorgar el derecho de réplica, cualquier columnista muere en su intento por ser original, prístino, genuino. Mejor vivir en soledad, que vivir en la virtualidad, se podría decir hoy en términos contemporáneos. Pero la tecnología no debiera ser el instrumento que sataniza cualquier actividad como materia prima a disposición de todos, sino el uso que de ella dependen muchas acciones capaces de transformar la opinión pública: el lugar desde donde debiera legitimarse cualquier condición democrática que permita que el proyecto de vida personal camine por los proyectos de vidas grupales, sociales.

El temor como mercancía, insisto, la sociedad política lo ensaya en sus ciudadanos. Crear la ciudadanía ya no es prioridad, sino dictarles los protocolos de sometimiento, de más y más control social, que autolimite el ritmo de crecimiento personal desde un bricolaje (invento personal producto de la imaginación) comercial que se nos vende con la complacencia del marketing, y la santiguada de las ofertas de consumo. El temor fetiche, el temor como mercancía, reza: “Yo temo, luego existo” (Donskis dixit).

Desde luego, que ese temor, no es lo que en el fondo de su pensamiento y su corazón, piensa y siente Maite Azuela, yo no lo sé de cierto, pero supongo. El temor de Maite Azuela, en su estado catárquico, puede también mandar la lección de: ¿le intereso a los demás como voz crítica? Alejados ya en el tiempo, existen personajes que han pasado a la historia como sujetos de temas semejantes, cuya duda es real, pero que al final del día, saben que sí le importa mucho a la gente lo que se escribe, la lucha revolucionaria que implica ese dilema. No mandamos el mensaje de que no se dude de esa condición de dignidad desde donde brota la civilización genuina, por el contrario, si el temor aparece, que sea el que hemos elegido, y no el que nos han impuesto mentes obtusas y perversas en asociación delictuosa.


Espero que esa imagen del rostro que nos regala Maite Azuela todos los días en redes sociales, cuya belleza recubre una condición envidiable de sus pensamientos de dignidad, de su idea de justicia y de su afán de reconciliación social, sea la certidumbre de una civilización incierta: “el humor”, que nace de la impotencia, no lo olvidemos.

Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 15/12/2015, p. 10A)
http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/opinion/local/318403-nadie-le-importamos


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