miércoles, 21 de octubre de 2015

TIEMPO LIBRE Y OCIO

TIEMPO LIBRE Y OCIO

José Noé Mijangos Cruz

Stephen Hawking llama la atención al mencionar que lo peligroso de un sistema capitalista, no es en sí misma la automatización, sino la injusta distribución de la riqueza. Hawking retoma el uso de la tecnología, a la que le resta el encono de la satanización, pues en su nombre la automatización se ha convertido en el elemento a perseguir por la supuesta marginalidad en la que pone al obrero desplazado. Cuando un inglés como Hawking dice algo como eso, inmediatamente los medios de comunicación traducen ‘tiempo libre’ como ‘ocio’. No dudo que un pensador tan limpio como Hawking lo haya dicho, así, de esa manera, aunque en ese ambiente a los eruditos les da lo mismo generalizar que especificar; la idea es clara, aunque su traducción sea pobre.

Herbert Marcuse puntualizó que ‘tiempo libre’ era una cosa distinta del ‘ocio’. Justamente Hawking plantea una respuesta a una pregunta que le hiciera un cibernauta privilegiado luego de pasar los filtros de un chat reconocido. Y esa respuesta es la que dio Marcuse hace muchas décadas: la justa distribución de la riqueza o el capitalismo agresivo, eran las bases para estar en uno u otro estadio: el ‘tiempo libre’ o el ‘ocio’. Ahora que una u otra expresión se usa de manera indiscriminada, la descripción de ambas, vale la pena zanjarla.

La industria bien puede pensarse en términos de fertilidad para la transformación social, aumentando la capacidad productiva, ofreciendo capitales para el ahorro en forma de créditos, posibilitando el mantenimiento de la planta productiva nacional. O bien, puede pensarse en forma de mezquindad social, reduciendo incentivos sociales de la producción al mínimo, limitando la capacitación de los puestos de nueva creación o de expansión funcional, creando figuras fiscales para que la renta del trabajo se cubra en perjuicio de los que menos tienen. El ‘ocio’, precisamente se consigue, aplicando el interés al capital sobre la producción. Viéndolo de esa manera, el ocio tiene un trato interesado en la oferta lo que le concede al ocupante un trato diferenciado ilegítimo (Revisar mi artículo “Dispendio y justificación del gasto público”, publicado el 23 de septiembre). En cambio, el ‘tiempo libre’ es desinteresado. Su tratamiento en el área ocupacional lo plantea un rendimiento en la producción que no siendo evaluado, crece en creatividad y se comparte sin producir la plusvalía al que toda renta por el esfuerzo (aplicado por el capitalismo) debe resarcir. El ‘tiempo libre’ comparte, desde una instancia terapéutica y propedéutica, una noción humanizadora de la renta del trabajo en la producción. No consume, comparte, colabora, induce motricidad al elemento humano desde la libre determinación que cada conciencia aporta.

Es muy diversa la fuente que conduce los destinos del ‘ocio’ y la que induce el ‘tiempo libre’. Incluso, la expresión cambia según quién la dice. Muchos nos aventuramos a procesar el lenguaje que la empresa del ‘ocio’ nos proporciona: créditos suntuosos, para obtener patrimonios caros y opulentos. Supuestos bonos al consumidor, ofrecen excedentes en la ganancia al capital invertido, lo que al no ser fiscalizado termina en la ‘sana’ finanza de la empresa que lo administra. Con la industria del ‘ocio’ operan bancos, empresas emergentes, subsidiarias de capital extranjero, fiduciarias, hipotecarias, industrias de la diversión, operadoras turísticas, transportes especializados, y hasta cooperativas que se alquilan como prestadoras de servicios.

La figura del ‘tiempo libre’ no produce renta de la aportación cultural que induce, pero en procesos productivos que la convocan, sostiene periodos de formación continua en materia de vida estable, no condicionada al gasto, afirmándose como estadio productivo que involucra la participación ciudadana y despertando el interés participativo para la contribución no condicionada. Muchas sociedades han vivido así, y su resistencia ha contribuido a crear comunidades autónomas, antes estigmatizadas y ahora alentadas para el cambio democrático.

En México, la crisis chiapaneca de 1994, despertó a un México que sólo tenía sentido en términos de capital e interés del capital. El desarrollo sustentable, es ahora una realidad a partir de aquella experiencia. En Oaxaca, algunas comunidades producen en su seno la participación en términos de ‘tiempo libre’, aunque su asombro por los grandes capitales aún no les permita resistirse a la gloria del interés sobre el capital.

Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 21/10/2015, p. 12A, replicado en NOTICIAS Voz e Imagen de la Cuenca, p. 8A)
http://www.noticiasnet.mx/portal/sites/default/files/flipping_book/sjbt/2015/10/21/secc_a/files/assets/basic-html/page8.html


viernes, 9 de octubre de 2015

LAS IZQUIERDAS Y SUS INDIFERENCIAS SOCIALES

LAS IZQUIERDAS Y SUS INDIFERENCIAS SOCIALES

José Noé Mijangos Cruz 

En las sociedades de índole capitalista, la tradición es que la clase política que genera la producción desde el trabajo, la organización y la lucha por las conquistas sociales, se hagan nombrar: las izquierdas. La distribución de la riqueza se pone en juego. La lucha campal en una política de masas, genera estrategias y tácticas que obedecen a persistentes desencantos, derrotas electorales frecuentes de manera sistemática, ejecuciones de mártires y persecuciones políticas.

Lo que queda de una sociedad que ha luchado por que la soberanía de un pueblo se vea reflejada en la legitimidad del voto universal, es la decencia de vivir con lo que se considere digno de haberse trabajado y los incrementos que ese rendimiento laboral genera como plusvalía por la renta del esfuerzo humano.

Sin embargo, aun cuando las izquierdas han sufrido en carne propia el linchamiento social al que los ha expuesto el ala gobernante, pagan la carestía de rentar a un caudillo que no vivió la pobreza y el hambre a ras de cuello, y que sólo de refilón, puede voltear a ver la miseria como un antojo que la clandestinidad le permite ver. Estos rasgos asintomáticos del político de las izquierdas, hoy día, permiten observar, también, que los dispendios del Estado lo han debilitado, lo han derrotado.

Obviada esa naturaleza, la prueba consecuente de no engancharse con los negocios que traben el sentido presupuestal del costo por operación, hace que el político de las izquierdas omita el empleo de la justicia (que sus ascendientes persiguieron), pues prefiere el empleo de las oportunidades (gente que avale que el beneficio llegó, aunque el cumplido ampare obras no pedidas, no terminadas o no comprobadas).

En la transcripción literal, eso no es lo más novedoso ni lo más importante para este artículo. Quizá lo más importante, sería la manera en cómo las izquierdas toman el pulso de la vida que pesa sobre las conciencias de millones de ciudadanos. Un ejemplo lo da por defecto el congreso general. Si tomamos las cifras que se incrementan los políticos en la cámara alta por ejercicio presupuestario anual, las cifras son exorbitantes. Uno puede comprender fácilmente que la compra de conciencias es un estadio semejante a una resbaladilla: quien mira los lujos opulentos de ese recinto, inmediatamente se refleja (como los personajes de la prehistoria en sus murales) con algún lujo qué colgar o con qué decorar sus parcas viviendas. En la presente legislatura, como en el pasado, trogloditas de las izquierdas, sin cautela alguna, se asomaban al palco legislativo con la indumentaria que no le quitaban signos de atraso social y carestía económica por lo que hace a la primera generación de ascendientes.

Muchos temas han sido excluidos por las izquierdas o les han puesto ese toque de indiferencia de existir pero no persistir. El sistema ecológico de desarrollo sustentable es un tropiezo de los muchos que deberían fiscalizar las izquierdas y que por el contrario, merece un apéndice de sus agendas legislativa y ejecutiva. Sin caer en la xenofobia de la inversión foránea, y considerando que a la vista de todos pasan por industrias limpias, las empresas como las eólicas, libran una batalla con representantes sociales inconformes, a quienes las izquierdas han dejado solos, sin un apoyo moral qué hacer repercutir en esa intermediación ex oficio (si a historicidad ética nos referimos). No se acusa a las izquierdas de tolerar la inversión extranjera, se les acusa de volverse invisibles en cuanto a definir su posición con respecto a estos temas (sean radicales, irascibles, alborotados).

Con El fin de las ideologías (denunciado por Bell y Fukuyama), se libera para las izquierdas, una oportunidad de depredar lugares que al permitir la inversión externa, inflacionan el lugar, lo agotan, le crean clases medias cuyo coste terminan pagando clases pobres. El papel de las clases medias es poner en ventaja un capital que en bruto se paga con la proporcionalidad de la población total, donde los pobres son muchos. En una sociedad nacida naturalmente desde el inversionista visionario y en pequeño o mejor aún, en la cooperativa, esta clase media alquila su representación sin encarecer al máximo el costo por operación. Pero si el nacimiento de esa clase media es producto de un subsidio estatal como diseño programado para admitir inversión extranjera, habría que medir la inflación regional que esto produce, pues en la mayoría de los casos es a la alza.

Twitter: @JNMIJANGOS

¿QUÉ HACE FALTA EN LA SOCIEDAD PROVINCIAL?

¿QUÉ HACE FALTA EN LA SOCIEDAD PROVINCIAL?

José Noé Mijangos Cruz

La provincia mexicana es una idea de nación que prejuzga un avance en función de la metrópoli principal: la Ciudad de México. Ante ese signo desalentador, la ‘región’, es el factor que resalta entre otra metrópoli, pero ésta, provincial. Hoy, la Ciudad de Oaxaca, es el centro de reunión de las decisiones que deben satisfacer a sus regiones, como si de eso dependiera su prestigio en cuanto modo de adquirir la producción local.

Un caso típico es Santo Domingo Tehuantepec. En ‘desarrollo regional’ la pregunta para rescatar una tradición antiquísima es: ¿Qué motivó en el pasado que esa ciudad tuviera su tiempo de auge y prestigio? Basada en una economía colonial, pero cimentada en un contexto indígena, Tehuantepec no ha podido detonar su aprendizaje histórico, pues a esa sociedad sabia, ha sabido comprarla el consumo de bienes y servicios, lejano de un sistema ecológico de desarrollo sustentable.

Hace tiempo, se demostró que una comunidad guatemalteca, fue sumergida en intentos por dejar la inspiración colonial sólo a gente que pudiera pagarla. Ese planteamiento, basado en una economía emergente, relativiza el signo presencial de los indígenas para ubicarlos sólo por complacencia en la escena por donde pasa el turismo extranjero. Siendo la población indígena sólo un elemento decorativo, no afianza la credibilidad para que los subsidios federales le lleguen a Tehuantepec, pues, incluso, en el programa de ‘pueblos mágicos’, se insertan elementos de adecuación occidental que antropológicamente aniquilan el acto de pensar del poblador original.

Pero a Tehuantepec también le han quedado mal los académicos. Universidades regionales de tinte oficial, llevan en el nombre la penitencia de un signo occidental que disloca el compromiso de proteger ciertos intereses locales (como orientadores urbanísticos), para dejar recintos históricos a merced de la modernización que instituciones oficiales modifican ante la indiferencia de los organismos públicos que deben detener cualquier arreglo que no tenga como iniciativa la preservación del espacio arquitectónico original.

A diferencia de Juchitán, donde el ‘arribismo’ del partido hegemónico es suplantado hoy por los movimientos contestatarios con amplia tradición pragmática, Tehuantepec no conserva ni en sus festividades, un llamado del pueblo, de las masas, sobre todo cuando se conmemora una festividad a la que sólo una élite es convocada: la Vela Sandunga. Ese estadio con escasa legitimidad, se traduce en autoridades municipales que tergiversan el elemento central de apreciación de los espacios arquitectónicos: desconocimiento de investigaciones culturales, ausencia de sinergias para retar a los gobiernos estatales informándoles que han generado de manera genuina en Tehuantepec un sistema ecológico de desarrollo sustentable, carencia en los programas de gobierno de foros de consulta sin prejuicios de atacar intereses del estado donde se posibilite una legitimidad de actuación municipal, nula nomenclatura contemporánea con estudios de tecnología de posicionamiento global para revertir el área urbana afectada por la invasión de agentes patológicos, etcétera.

La provincia mexicana, insistimos, debe reconocerse en esas ‘microhistorias’ que ya Luis González y González nos regalaba como un privilegio en donde se conserva el color de una música, la tonalidad de una voz trovadora, se preserva la exquisitez de una gastronomía más que suntuosa y ornamental: sabia y artesanal. Tehuantepec ha perdido la capacidad de gustarse a sí misma, por el placer de verse reconocida como agente de una política de subsidios que sólo da para sobrevivir. En ese arreglo democrático, su legitimidad se pone en juego; entra en una crisis de legitimidad que permite vendimias ambulantes y comercios monopólicos que homologan la causa principal de esta comunidad colonial: su aspecto histórico y cultural.

Una pregunta en materia de Desarrollo Regional, decíamos, ha sido: ¿Por qué Tehuantepec y no Juchitán, por qué Tehuantepec y no El Espinal, por qué Tehuantepec y no Ixtepec, fue utilizado en el pasado como medio de forja empresarial de La Colonia? ¿Por qué Tehuantepec y no Juchitán… motivó a los descendientes de Zaachila y del Valle de Anáhuac, a insistir en que allí se forjara una nación privilegiada? Habría que empezar por descubrir eso, porque al encontrar la respuesta, no pasará mucho tiempo en que se acerque ese lugar a su generador común: su identidad.

Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 30/09/2015, p. 10A)
http://www.noticiasnet.mx/portal/oaxaca/opinion/local/304868-que-hace-falta-sociedad-provincial


DISPENDIO Y JUSTIFICACIÓN DEL GASTO PÚBLICO

DISPENDIO Y JUSTIFICACIÓN DEL GASTO PÚBLICO

José Noé Mijangos Cruz

Con justicia, no podemos predecir qué fuerza motiva a los grupos humanos a modelar un discurso de prioridades sobre lo que conviene a una composición más grande, como puede ser el caso típico de las naciones con fronteras o espacios de negociación cerrada (territorial). No sabemos qué motivaciones contempla tal destino humano, pero el caso es que de alguna manera u otra (en forma planeada o espontánea) el gasto público se va de las manos de los detentadores primarios a una serie de líderes visionarios que se las arreglan para que llegue a su destino de manera real o por lo menos virtual.

El dinero sale de alguna parte, y en alguna parte se esfuma. Los dispendios garantizan que se cumpla con una sociedad política que arribe al poder desde miras amplias, sin que se estanque en críticas poquiteras o domésticas, pues la macroeconomía no es cosa de juego y menos una especulación del mercado que hace hostil el nivel adquisitivo de los de a pie. Sólo nos queda pensar, si esa sociedad política, que debería ser el vivo reflejo de la sociedad civil, es una manera de reconocerse a sí misma como una garantía de manejos de los recursos legítimos, y legales, por supuesto.

El servicio público es el recurso de donde se oferta el cumplimiento de tales medidas presupuestarias y del modo de manejarlas. Ante esa muralla (vista por el usuario como inaccesible), se orienta un desalentador modo escasamente genuino de proceder: la corrupción. La corrupción endógena (vamos a decirle interna) genera improcedencias de favorecer el servicio si se desconocen derechos de terceros, realizar un gasto innecesario o cuantioso o un gasto con beneficio personal, cometer actos con la complicidad de otras instancias administrativas. La corrupción exógena (vamos a llamarle externa), plantea la relación de aprovecharse del beneficio colectivo a través de un desvío de esos criterios sociales de selección de los servicios que presta el Estado. Hace mucho yo le di el nombre de “aprovechamiento ilegítimo”, pues es muy complicada su detección e investigación. Económicamente cuesta dinero, excesivamente, se diría, dado el altísimo nivel de práctica de este fenómeno. He ahí la idea de que se convirtiera en un “ilícito penal”, pues el enriquecimiento ilícito no ventila la magnitud que el aprovechamiento ilegítimo si resalta.

El arribo de esa clase especial de líderes formados por coterráneos (el ejemplo más visible es el del grupo Atlacomulco), coetáneos o contemporáneos (hace muchos años Roderic Ai Camp, se dedicó a estudiar a la clase política mexicana), permite traducir su visión de gobierno en una respuesta favorable para la población a la que se debe. De ahí que se sostenga que cada espacio geográfico debe arreglarse a los modos de intercambio de sus regiones y zonas de influencia. Podríamos decir, que decidir cómo se gobierna, dirá mucho del traducir cómo se sitúan en espacios de influencia los pobladores de dicha circunscripción.

Se ha dicho con insistencia, que un consumidor exigente, priva la acción influyente de los pobladores donde se sitúan los nichos económicos, pues de no ser éste el caso, entonces, la inversión ha sido condicionada por los modelos económicos especulativos, que visto desde ese ángulo, pueden desencantar no sólo la actividad del consumidor local, sino que incluso amagan su dinámica participativa desde la disminución de productos locales o peor aún, pudiera generar resistencia grupal a esos intereses (la mayoría de las veces, monopólicos) dando como consecuencia apatía, paros laborales, paros ocasionados por la sociedad civil inconforme, cierre temporal de establecimientos, y llegado el caso, atentar contra los medios de la producción que son la fuente de superioridad capitalista.

En el pasado, se han cometido muchos desarreglos a la normatividad que rige el gasto público. La política de los subsidios hoy no sólo es mal vista, sino que para los operadores presupuestales se requiere de la supervisión del gasto desde instancias fiscales más cautelosas. En todo caso, un arreglo fiscal a formas que deberían verse reflejadas como cosa común y corriente (una pantalla plana otorgada por programas asistenciales se considera como un acceso a la educación), es más que suficiente en estos asuntos. Ante ello, las oficinas gubernamentales admiten formas pragmáticas de comunicar los bonos que otorga la nación a diversos núcleos económicos, suavizando los conflictos de intereses.

Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 23/09/2015, p. 12A, replicado en NOTICIAS Voz e Imagen de la Cuenca, p. 8A)