viernes, 9 de octubre de 2015

LAS IZQUIERDAS Y SUS INDIFERENCIAS SOCIALES

LAS IZQUIERDAS Y SUS INDIFERENCIAS SOCIALES

José Noé Mijangos Cruz 

En las sociedades de índole capitalista, la tradición es que la clase política que genera la producción desde el trabajo, la organización y la lucha por las conquistas sociales, se hagan nombrar: las izquierdas. La distribución de la riqueza se pone en juego. La lucha campal en una política de masas, genera estrategias y tácticas que obedecen a persistentes desencantos, derrotas electorales frecuentes de manera sistemática, ejecuciones de mártires y persecuciones políticas.

Lo que queda de una sociedad que ha luchado por que la soberanía de un pueblo se vea reflejada en la legitimidad del voto universal, es la decencia de vivir con lo que se considere digno de haberse trabajado y los incrementos que ese rendimiento laboral genera como plusvalía por la renta del esfuerzo humano.

Sin embargo, aun cuando las izquierdas han sufrido en carne propia el linchamiento social al que los ha expuesto el ala gobernante, pagan la carestía de rentar a un caudillo que no vivió la pobreza y el hambre a ras de cuello, y que sólo de refilón, puede voltear a ver la miseria como un antojo que la clandestinidad le permite ver. Estos rasgos asintomáticos del político de las izquierdas, hoy día, permiten observar, también, que los dispendios del Estado lo han debilitado, lo han derrotado.

Obviada esa naturaleza, la prueba consecuente de no engancharse con los negocios que traben el sentido presupuestal del costo por operación, hace que el político de las izquierdas omita el empleo de la justicia (que sus ascendientes persiguieron), pues prefiere el empleo de las oportunidades (gente que avale que el beneficio llegó, aunque el cumplido ampare obras no pedidas, no terminadas o no comprobadas).

En la transcripción literal, eso no es lo más novedoso ni lo más importante para este artículo. Quizá lo más importante, sería la manera en cómo las izquierdas toman el pulso de la vida que pesa sobre las conciencias de millones de ciudadanos. Un ejemplo lo da por defecto el congreso general. Si tomamos las cifras que se incrementan los políticos en la cámara alta por ejercicio presupuestario anual, las cifras son exorbitantes. Uno puede comprender fácilmente que la compra de conciencias es un estadio semejante a una resbaladilla: quien mira los lujos opulentos de ese recinto, inmediatamente se refleja (como los personajes de la prehistoria en sus murales) con algún lujo qué colgar o con qué decorar sus parcas viviendas. En la presente legislatura, como en el pasado, trogloditas de las izquierdas, sin cautela alguna, se asomaban al palco legislativo con la indumentaria que no le quitaban signos de atraso social y carestía económica por lo que hace a la primera generación de ascendientes.

Muchos temas han sido excluidos por las izquierdas o les han puesto ese toque de indiferencia de existir pero no persistir. El sistema ecológico de desarrollo sustentable es un tropiezo de los muchos que deberían fiscalizar las izquierdas y que por el contrario, merece un apéndice de sus agendas legislativa y ejecutiva. Sin caer en la xenofobia de la inversión foránea, y considerando que a la vista de todos pasan por industrias limpias, las empresas como las eólicas, libran una batalla con representantes sociales inconformes, a quienes las izquierdas han dejado solos, sin un apoyo moral qué hacer repercutir en esa intermediación ex oficio (si a historicidad ética nos referimos). No se acusa a las izquierdas de tolerar la inversión extranjera, se les acusa de volverse invisibles en cuanto a definir su posición con respecto a estos temas (sean radicales, irascibles, alborotados).

Con El fin de las ideologías (denunciado por Bell y Fukuyama), se libera para las izquierdas, una oportunidad de depredar lugares que al permitir la inversión externa, inflacionan el lugar, lo agotan, le crean clases medias cuyo coste terminan pagando clases pobres. El papel de las clases medias es poner en ventaja un capital que en bruto se paga con la proporcionalidad de la población total, donde los pobres son muchos. En una sociedad nacida naturalmente desde el inversionista visionario y en pequeño o mejor aún, en la cooperativa, esta clase media alquila su representación sin encarecer al máximo el costo por operación. Pero si el nacimiento de esa clase media es producto de un subsidio estatal como diseño programado para admitir inversión extranjera, habría que medir la inflación regional que esto produce, pues en la mayoría de los casos es a la alza.

Twitter: @JNMIJANGOS

No hay comentarios. :

Publicar un comentario