jueves, 15 de septiembre de 2016

INVENTANDO LA NACIÓN MEXICANA

INVENTANDO LA NACIÓN MEXICANA

José Noé Mijangos Cruz



Septiembre es el mes en donde los festejos se disparan en cada pedazo de este país. México cabalga por única ocasión en todo el año, a no ser que se le agregue la batalla del 5 de mayo, en la certidumbre contemplativa de un desafío de país que milita entre el “mínimo esfuerzo y la máxima utilidad”. La idiosincrasia mexicana no termina por reinventarse, pero la exigencia de triunfo desfallece ante la amenaza de cualquier otro caudillo que nos convoque a ofrecer nuestra vida a cambio de libertad cedida pero no ejercida. El mexicano festeja para advertirle a ese caudillo inexistente aunque en prospecto latente, que los triunfos ganados hablan por muchos años de libertades inmutables en su reconocimiento cultural. Algo así como aquel dicho que expresa: “lo duro no se siente cuando lo tupido está por llegar”.

La maldita hoja de incidencias

La certeza regulatoria de un país como México, ha pasado por muchos actos plenos de vigor filosófico, pero faltos de rigor práctico. Hace unas décadas la “simplificación administrativa” se banalizó como una “feria de pueblo”, fue un margen de maniobra de exigencia pública al personal burocrático que se debería atener a cumplir con el “control difuso” de atender cualquier medida corregible que se encontrara como un desaliento ciudadano al recibir los servicios públicos en el orden y medida que no alterara su carga contributiva. La “feria de pueblo” se divirtió con esa excusa del presidente Miguel De la Madrid, en donde no faltó motivos para cerrar el circuito discursivo con el dicho que se le achacaba a su antecesor, pero que pasa inadvertida como la excusa perfecta que planteó en su momento el que fuera secretario general de protección y vialidad del entonces Distrito Federal (Ramón Mota Sánchez) propuesto por el presidente de la “renovación moral”, aquella que dice que “la corrupción éramos todos”.



Los mexicanos de ahora le aprendimos la maña a aquél presidente, empatándonos con los coetáneos de los que le precedieron y dejando escuela para quienes se homologuen a los que lo sustituyeron, enarbolando el uso de una “mejora regulatoria” que al atender correcciones del sistema político, deviene en la corrección del subsistema de pensiones, subsistema de libros de texto gratuitos, subsistema de subsidios, y que trasvasa, incluso, a la iniciativa privada, entre el subsistema de productos demandados y no encontrados en el punto de venta y el subsistema de incongruencia en la matrícula escolar y su evaluación temporal, la “maldita hoja de incidencias” se rebela, haciéndole “brujería” a quien la debe llenar, para excusarse de su llenado y reporte inmediato.

Llenar una “maldita hoja de incidencias” no se admite en el “Ethos” del mexicano que presume con esa acción de corregir el sistema: más trabajo, obtención de un salario tasado y no acumulable y el riesgo de evidenciar al de al lado, ahorrándose tal esfuerzo en pro de la oscuridad administrativa y la altanería de los triunfos que invisibilizan los espacios de participación ciudadana que no del todo se encuentra satisfecha y que no del todo exige la libre manifestación de sus libertades. Al final, la tesis de que todo queda igual como se encontraba, varía un tramo poquitero en donde de no ser por la tecnología, y la frontera con el máximo desarrollador de ésta, México estaría discutiendo si la música vernácula nos debería seguir entreteniendo en nuestros campos o ingenios omitiendo la diversidad polifónica que le hace ruido a varios sectores tradicionales que asocian al gachupín con la xenofobia y lo criollo con lo nacional.



¡Ahí le hablan joven!

México no es un pueblo acomedido, es un pueblo ofrecido. Su conducta está viciada de declaraciones varias, incesantes, de musicalidad oprobiosa, acusa cuando encuentra la excusa. Ahora le reclama a su presidente la invitación hecha a Donald Trump, y el desaire proveniente de Hillary Clinton, provocado por la misma situación. El morbo le comió al mexicano para ver a aquél modelo de discurso directo atentando contra la “latinidad”, ahora más cerca, en su propio territorio y con un dejo prosaico, donde hasta la intelectualidad mexicana (Jesús Silva-Herzog Márquez) se declaró ofendida de una tarea institucional de manejar la diplomacia en la conveniencia de las relaciones tradicionales con un país difícil de evitar y de donde provienen las remesas económicas de buena parte del obraje mexicano habitado en aquella parte del continente y en donde es difícil manejar con tino de “nanocirugía” la versatilidad de unas personalidades imbricadas de informalidad discursiva y de pragmatismo institucional.

Ante la autoridad que se inventa un pasado glorioso y el “derrotismo histórico” del mexicano que se rasga las vestiduras cuando no se le complace, la nación mexicana se encuentra en un mortero que lo residualiza, lo hace polvo, un reducto que nace ahora sin proyectarse como una idea clara de su pasaje cultural que tuvo que criticarse como historia pero nunca se ejerció como hábito. Ahora festejamos, ahora nos deprimimos, ahora nos fastidiamos. Ojalá se plante el camino más deseable en las generaciones a las que les toca trabajar el rezago acumulado por muchas hornadas que no hicieron su parte.

Twitter: @JNMIJANGOS

(Publicado en +Noticiasnet.mx Voz e Imagen de Oaxaca, 15/09/2016, p. 7A)

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